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    Iñaki Piñuel, Mobbing – Objetivo: eliminar al amenazante (los controladores aéreos)

    Por C: controlador aéreo

    «Son amenazantes para la persona que decreta, que deliberadamente anima, lanza, desencadena, prende el foco a veces, prende la primera llama, tira la primera piedra en el proceso, es decir, aquella persona que verdaderamente siente que esta trabajadora, este trabajador me amenaza personalmente y por tanto tengo que quitarla de enmedio. A veces es eliminarla físicamente… ¿cómo físicamente, asesinándola?, puede llegar a eso, pero el mobbing es un crimen perfecto, limpio, no deja rastro, acabamos de decir, no deja huella. Es mucho más interesante para el agresor eliminar limpiamente a la víctima, hacerla saltar, desestabilizarla, envenenar a todo el entorno del trabajo contra ella, hacer que vaya perdiendo pie socialmente en su propio entorno de trabajo, criticarla por detrás, difundir aspectos, elementos, mentiras, calumnias que afecten a su reputación personal o profesional. Por tanto el agresor ha decidido que por alguna razón esa víctima, esa futura víctima, hay que eliminarla, hay que quitarla de enmedio, porque es amenazante para él.

    Y claro, para quitarla de enmedio no basta con hacer un incidente crítico, una violencia, una acción de castigo contra la víctima, necesita encadenarlas, encadenar una y otra vez esas conductas de hostigamiento para que en determinado momento la víctima pierda toda capacidad de resistencia; ella misma, esto es muy importante, busque la salida al problema, y la salida al problema será la salida de la propia organización; es decir, muchas de las víctimas de acoso psicológico en el trabajo abandonan tempranamente sus profesiones, sus carreras, sus empleos porque no pueden resistirlo, porque prefieren tirar la toalla que seguir siendo destruidas».

     

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    3 COMENTARIOS

    1. Amigo C. Todo eso que tan magistralmente enumeras y describes, se ha dado con bastante frecuencia y especial saña en Control, y bastantes lo hemos sufrido y también presenciado y vivido en las carnes de otros compañeros. Yo triunfé siempre que alguien, en su inmensa mayoría gente muy inútil a la que había sacado altruista y gratuitamente de algún apuro serio controlando, que no pudo resistir que alguien con quien no simpatizaba o por quien sentía envidia, fuera precisamente quien acudiera al quite.
      Y para ilustrarte mi método, permíteme me remonte a cuando yo sólo era un niño de cuatro años y te cuente una pequeña anécdota de críos. Había en mi pueblo otro niño, grandullón de unos diez años, al que de apodo llamábamos «El Picha», que era el bicho que le picó al tren e iba para matón profesional. Tenía a todos los demás acobardados, pues su única forma de expresión era agredir sin más a todo el que se encontraba. Disfrutaba como un cosaco con su dominio y era un auténtico sádico. A mi me había respetado, no sé si porque le parecería un renacuajo inofensivo, hasta que una tarde se puso a maltratar a patadas a un crío más pequeño aún que yo. Todo el mundo, la chiquillería, corría despavorida y algunos se quedaron para aplaudir mientras el pequeñín sufría los embates del energúmeno. Confieso que a mí me impresionaba y tenía mis dudas en cuanto a la posibilidad de defenderme adecuadamente de un más que probable ataque suyo. Y en esas estaba yo, contemplando la escena mientras se me revolvía toda la sangre en el cuerpo, no de miedo sino de indignación y rabia. Y sin pensarlo dos veces, me lancé como un ciclón contra él derribándole al suelo al pillarle desprevenido; y una vez en el suelo, y ya loco de furia y con ganas de matar, me eché sobre él inmovilizándole el cuello contra el radio de la rueda de un antiguo carro de labranza, y apretándole con el brazo izquierdo hasta casi ahogarlo, me dediqué a sacudirle con el puño derecho en toda la boca y naríz, hasta que sangraba como un cochino el día de San Martín. Y por más que a mí me dolían mis manos, no lo soltaba ni cesaba de sacudirle. Acudieron adultos, entre ellos una hermana suya de unos quince años ya, y me lo quitaron de las manos. O mejor dicho me arrancaron a mí de encima de él. La hermana se vino hacia mí, que jadeaba más fuerte que . un galgo, y yo, «por si acaso», me lancé a ella flexionando mi cintura en ángulo más o menos recto y le golpeé con mi cabeza en «salva sea la parte». Gritó como una pantera herida de muerte, y todo el mundo desapareció de allí. Me fui a casa y no dije nada, pero al poco rato llegó la Benemérita preguntando por mí. Cuando me vieron, con sólo cuatro añitos y cara de no haber roto en mi vida un plato, se echaron a reir y mandaron a los «denunciantes» a hacer lo que hacen los chotos con las ubres de sus madres..

      Ha sido la única vez en mi vida que he utilizado la violencia, pero aquél hecho me quitó el miedo para siempre y me dio una seguridad en mí mismo a toda prueba, que más de una vez me ha servido en Control para pisar sobre seguro.

      De modo que, cuando alguien tramó algo de eso contra mí, o contra otros en mi presencia, simplemente le «conté esta anécdota».

      Y más en serio, he liberado en más de una ocasión a algún compañero víctima de eso, aunque haya durado el proceso hasta dos años.

      Esto es una amarga herencia de los primeros tiempos, en que por e simple hecho de que alguien no gustara a alguien con cierta influencia en algún grupo, te podían crucificar. Por eso al primer intento que sufrí, tuve que poner las cosas claras.

      Es decir, que cada uno es producto de su formación y de sus experiencias de vida. Pero elo acosador sólo entiende un lenguaje, el suyo.

      • Estimado Hv, ahora lo que hacía «El Picha» al que tú describes se le llama «Bullying». Está todo inventado desde hace mucho y contra los hdp´s sólo cabe una cosa: enfrentarse fanáticamente a ellos con un absoluto desprecio por el bienestar propio, es la única manera de combatirlos por dura que sea. El problema es que no hay material humano de calidad en control para ello. Es triste pero es así.
        Un abrazo y gracias por tus comentarios tan magníficos.
        Saludos, C.

    2. De nada. Los hago desde el cariño y mi manera de ser. Me cuesta creer que a tantas personas inteligentes y con el valor y el aplomo necesario para enfrentarse cara a cara todos los días a tantos minotauros, pues cada avión lo es en sentido figurado y metafórico, las hayan podido convertir en eunucos en tan poco tiempo esta partida de cuatreros de tres al cuarto, que encima son tan tontos que se les pilla aunque no se les obligue a soltar la gallina, porque los que tendrían que hacerlo son de la misma banda.

      Pues si no lo hacéis los trabajadores, alguien tendrá que hacerlo, por desgracia de forma traumática, como ayer, como siempre, aunque sea para luego convertirse ellos en lo mismo o peores.

      A mí, ni en mi entorno, salieron más «Pichas» nunca. No sé si fue cuestión de suerte o casualidad.

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