Era una fría mañana de invierno, de esas en las que luce el sol, pero sólo calienta ligeramente al medio día. No obstante ese día no era como otros, había algo que lo hacía diferente. En el ambiente flotaba una cierta excitación.
La rutina de todos los días en la empresa se veía rota por una visita, la visita del ministro. En las repúblicas bananeras cuando un político de alto rango visita algún sitio se revoluciona todo, se produce un ritual asqueroso de servilismo, peloteo y sumisión.
La primera víctima había sido “Piolín”*, un pajarillo que se había colado por una rendija y que era habitante del centro de trabajo desde hacía meses. Los empleados ya le habían cogido cariño, lo tenían como una mascota no oficial y lo alimentaban para que estuviera bien. Al principio «Piolín» era esquivo, pero con el tiempo se había vuelto más descarado y se acercaba cada vez más a esos bípedos sin plumas que compartían su nuevo hábitat con él.
Pero venía el ministro y un pajarillo silvestre no da buena imagen en un lugar en el que se pide productividad robótica, servil y esclava; no importa que “Piolín” no hiciera ningún daño, salvo algunas cacas inoportunas, y “humanizara” un lugar que está deshumanizado desde hace ya más tiempo del que me quiero acordar.
Piolín fue cazado y expulsado en aras del dios empresa, al que adora la nueva religión del siglo XXI. Fue cazado y expulsado en aras de la imagen, en aras de la productividad, en aras de la sumisión, en aras del servilismo, en aras de la esclavitud, “fuera de aquí rasgo de humanidad, inocencia y alegría, aquí se viene a producir fríamente, no es lugar para ti!
Luego se hizo una limpieza del lugar como nunca. Una pléyade de señoras de la limpieza tuvieron que emplearse a fondo para dejar todo impecable. Eso sí, cobrando un sueldo de mierda, con un contrato temporal y con la certeza de que cualquier reivindicación por justa que fuere sería recompensada con un despido fulminante; al fin y al cabo hay una legión de parados que estarían dispuestos a vender su dignidad y esclavizarse incluso más que ellas con tal de tener un trabajo, aunque fuera un trabajo basura.
El día anterior a la visita del ministro habían preparado el terreno otros jefecillos de segundo rango. Mucha corbata, mucho tacón, mucho traje y mucho, muchísimo ego y sensación de importancia que otorga el poder, aunque sea un poder inmerecido y ganado machacando a los subordinados en la mayoría de los casos. Y alrededor de esos jefecillos una pléyade de pelotas que dejan un rastro de babas invisibles pero muy reales. A estos pelotas el “tocar” el poder les pone, el estar al lado de gente “importante” les hace sentirse importantes a ellos mismos, aunque sea sólo 15 minutos. Así podrán alardear ante sus nietos de lo importante que fue su abuelo.
Y por fin llegó el ministro. La inmensa fila de carísimos coches blindados te deja perplejo, estos mismos son los que te echan la culpa de la crisis a ti y te imponen un apriete del cinturón hasta asfixiarte. Cochazos, conductores, escoltas, asesores, jefecillos…, para ellos no hay crisis, las “reformas” no van con ellos. “Reformas” que consisten en quitarte los ya muy escasos derechos laborales que tenías y en subirte los impuestos hasta el infinito sabiendo que después tu dinero ira destinado al sistema de corrupción generalizada en el que vivimos; y todo porque “has vivido por encima de tus posibilidades, el culpable eres tú”.
El resultado de la visita es que el ministro seguirá adorando al dios empresa, no habrá visto nada de la realidad; lo envuelven en una burbuja de babas y peloteo distante del ambiente real, del desánimo real, del machaque real que sufren esos bípedos sin plumas y que les lleva pasando factura desde hace más de dos años.
¿Qué será de “Piolín”?, espero que esté bien, yo no.
*En realidad al pajarillo le habíamos puesto otro nombre que vamos a omitir.
Que gran verdad.
Tienes toda la razón,pero en honor a la verdad te diré,que con 37 años a mis espaldas en una Sala de Control,he vivido experiencias de todo tipo.Han pasado ministros,directores generales,presidentes,militares de alta graduación etc,etc,.
Algunos demostraron buena educación y otros no.En una visita a la Sala de Control que dura de 20 a 30 minutos,a la autoridad que viene,no le puedes exigir nada mas que «SEPA ESTAR».Los resultados de su gestión se verán con el paso del tiempo.Cuando ha llegado la ministro a la Sala de Control,yo estaba allí,y doy fé que doña Ana Pastor ha tenido un comportamiento excelente con todos los controladores.
A mi no me ha gustado el nombramiento de C.Librero,pero creo que debemos dar un margen de confianza a la nueva ministro de Fomento.Si hace las cosas bien,será su deber,si las hace mal,seré el primero en criticar su gestión.
No se quien eres, ni quiero saberlo, pero ten por seguro que me has transmitido el ambiente que se debía respirar en Torrejón e incluso me ha parecido ver por el suelo la huella viscosa que dejan los caracoles y las babosas. Seguro que ha sido un día triste para los controladores de bien, para mí – que no estaba allí – tu has sabido hacerme partícipe de esa tristeza que ahora lo impregna todo. Gracias por tu crónica pero creo que deberías haber puesto el nombre real de «Piolín», que más dá, a ellos les resbala y a nosotros a lo mejor nos hubieras arrancado una sonrisa, quizás triste pero a fin de cuentas, sonrisa.