Por C: controlador aéreo
El destrozo psicológico que tenemos los controladores aéreos españoles es increíble. ¡Ni nosotros mismos somos conscientes de lo mal que estamos! Es tal la situación que leer a estas alturas de la película: “No es el sueldo de los compañeros Controladores de AENA son las obras”, me llega a emocionar. No sólo porque sea verdad, sino porque me recuerda que tenemos compañeros (así, punto), repito, que tenemos compañeros (ni buenos ni malos, eso es otra cuestión) (estos son buenos claro).
Sería largo explicar de golpe el cóctel de “problemillas” psicológicos que tenemos, en este mini-artículo no toca. Pero si tuviera que elegir un par de palabras para definir las sensaciones vividas durante el “conflicto”, me quedo con éstas: SOLEDAD e INDEFENSIÓN (otras serían injusticia, abandono, manipulación, maldad, corrupción, envidia, resentimiento, inutilidad, por poner tan sólo unos ejemplos).
Le doy las gracias a nuestros compañeros del CSIF, al igual que a los de CGT y FSAI (perdón si me dejo a alguien) por estar ahí. Aunque parezca poco, no lo es, es muchísimo dadas las circunstancias.
Os dejo ahora el enlace al artículo del CSIF que ha originado este comentario, leedlo entero, es muy interesante e ilustrativo:
Todo este reconocimiento y manifestación del mismo está muy bien y hasta es de agradecer. Pero después de cuatro años de los hechos, y con un Controlador de Santiago todavía en la calle injustamente y por haber tenido el valor de cumplir con su deber y su conciencia pensando sólo en proteger la seguridad de los usuarios y sin plantearse el riesgo personal que corría en cuanto a represalias, y no sé ya cuántos cientos de compañeros que siguen imputados en Madrid y Barcelona, digo que esto ya no pasa de ser un gesto testimonial, muy de agradecer, repito, pero algo así como el canto del cisne.
A mí me habría gustado que aquel 5 de Febrero de 2010, y más aún, el uno de Diciembre, todos estos colectivos hubieran hecho piña con los Controladores y hubieran denunciado pública y judicialmente lo que ahora escriben. Y no sólo ellos, sino principalmente los medios de comunicación, con un elemental sentido de la ética y la honestidad y amor a la verdad, hubieran cuestionado aquella infame campaña mediática del gobierno de turno con su ministro de transportes como vocero (más que como portavoz, que es vocablo muy respetable y digno) y director de orquesta. Orquesta desafinada y estridente cual la de «San Ovidio». Sí, tenían que haber denunciado todo siquiera por razones tácticas, para contrarrestar la aplastante artillería que disparaba día y noche contra el colectivo de Controladores desde semanas antes de romper la muralla de todas las leyes vigentes en el momento, y entrar en tromba por la brecha arrasando no sólo el estatus jurídicolaboral, sino la dignidad como seres humanos de unas personas, que como cualquiera, tenían derecho a la presunción de inocencia, o a que alguien con un mínimo de inteligencia se preguntara si de verdad un colectivo de trabajadores de tan alta cualificación y conocimientos, de la noche a la mañana habían todos a una, como en un ritual satánico, quemarse a lo bonzo en masa por cuestiones exclusivamente de sueldo. Yo puedo afirmar que en mis muchísimos años en control, comenzando desde la nada hasta culminar en las mejores condiciones técnicas y materiales para el trabajo, así como en lo referente a remuneración, jamás nosotros hicimos ningún «juramento de sangre» o algo parecido para salvarnos, o condenarnos si era el caso, en grupo, en circunstancias extremas.
Lo malo de todo esto es que nadie hará aquí unos «juicios de Nüremberg» a quienes planificaron y ejecutaron la atrocidad de destrozar material y psicológicamente, con mentiras y hasta manu militari, a la flor y nata de la canela de las profesiones aeronáuticas.
Un abrazo a todos.
Hola HV, en aquellos infaustos días sí hubo denuncias por parte de sindicatos y de otras organizaciones, e incluso de periodistas, de que aquello era una manipulación y mentira. El problema es que una gota de agua es invisible en el océano. Gracias, C.
De nada, amigos. Nobleza obliga.