De todos los insultos, incluido “¡terroristas!”, que nos han lanzado a los controladores aéreos, hay uno que me llama mucho la atención, el de “¡pijos!”.
No porque sea especialmente agresivo o fuerte, sino porque delata los efectos de la propaganda en la mente del público. Gente que no tiene ni puñetera idea de cómo somos en lo personal, porque no conoce personalmente ni a uno solo de nosotros, tiene la osadía de llamarnos “pijos” a todos sin excepción. Gente que no tiene ni puñetera idea de nuestra profesión, que no sabe ni siquiera la diferencia entre una torre y un centro de control, se permite el lujo de menospreciar y desprestigiar nuestra labor. Se ha creado un estereotipo de controlador aéreo y la masa nos encuadra a todos dentro del estereotipo, y es por efecto de la propaganda. La masa es una esponja manipulable que absorbe acríticamente todo lo que le dice la caja tonta y los demás medios de manipulación de masas.
Hay un libro clásico a este respecto, “La opinión pública” de Walter Lippman que define muy bien la cuestión. Lippman trabajó para el servicio secreto norteamericano durante la Primera Guerra Mundial y posteriormente escribió libros y columnas de prensa durante toda su vida, recibiendo dos premios Pulitzer; fue el creador de la palabra “estereotipo” y explicaba su significado en el libro citado. Decía que percibimos mediante estereotipos culturales. Frente a la confusión del mundo exterior definimos primero y después vemos. Los estereotipos portan la carga de nuestras preferencias, se contagian de nuestros sentimientos y se asocian a nuestros temores. Casi nunca analizaremos a alguien para determinar si se trata, por ejemplo, de una mala persona, simplemente veremos una mala persona. Nuestros juicios contienen las conclusiones que las pruebas se encargarán de corroborar posteriormente. Cualquier alteración de nuestros estereotipos nos parece un ataque a los mismísimos pilares del universo, porque constituye un ataque a los pilares de nuestro universo, y cuando las cosas importantes están en peligro, no admitimos fácilmente la existencia de diferencias entre ambos. Además, los estereotipos son también la garantía de nuestro amor propio y la proyección al mundo del sentido que cada uno de nosotros tenemos de nuestra valía personal, nuestra posición y nuestros derechos. Por lo tanto, los estereotipos arrastran la carga de los sentimientos que llevan asociados.
La cuestión clave es ¿quién crea los estereotipos en la mente del público?, y la respuesta es bien sencilla: los medios de comunicación. Así pues, quien domina los medios de comunicación domina la opinión pública, domina los procesos electorales, domina la sociedad y domina el mundo. Ahí está la clave del poder.
MAGNÍFICA REFLEXIÓN.PERO RECONOZCO QUE HE TENIDO QUE LEERLO 3 VECES PARA ENTERARME.NO DEBE SORPRENDERTE.SOY UN CARPETOBETÓNICO MUY PRIMITIVO.
Hay que ver lo bien que se nos da, a los metiderráneos, aupar a personajes nefastos. En esto no tenemos nada que envidiar a Alemania. Ya saben lo que pienso de esas mayorías votantes.