La reciente exhortación de Bruselas al Gobierno español para reactivar la privatización de las torres de control aéreo (20minutos.es) reabre un debate que, lejos de estar zanjado, suscita profundas reflexiones sobre la gestión de servicios esenciales y la influencia de organismos supranacionales en las políticas nacionales.
La reforma del Cielo Único Europeo, aprobada por el Parlamento Europeo, busca mejorar la eficiencia del tráfico aéreo mediante la liberalización de los servicios de tránsito aéreo. Esta iniciativa, conocida como SES2+, insta a los Estados miembros a permitir que los operadores aeroportuarios contraten servicios de control de aeródromo y aproximación en condiciones de mercado. Sin embargo, esta directriz europea no debe interpretarse como una imposición ineludible, sino como una recomendación que cada país debe evaluar en función de sus circunstancias y prioridades.
En España, la liberalización del control aéreo comenzó en 2010, y desde entonces, empresas privadas como Skyway y Saerco gestionan el control de tránsito en varias torres. Estas compañías argumentan que la privatización ha mejorado la eficiencia y la calidad del servicio, citando informes de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) que avalan una mayor competencia en el sector. No obstante, es esencial cuestionar si estos beneficios económicos se traducen en una mejora real para los usuarios y si no comprometen la seguridad aérea.
La Asociación de Líneas Aéreas (ALA) ha manifestado su apoyo a la liberalización, esperando que el Gobierno retome la privatización de las torres en siete aeropuertos: Tenerife Sur y Norte, Málaga, Gran Canaria, Bilbao, Santiago y Palma de Mallorca. Sin embargo, esta postura debe ser analizada con cautela, ya que las aerolíneas, como partes interesadas, buscan reducir costes operativos, lo que no siempre coincide con el interés público.
Por otro lado, el Sindicato Profesional Independiente de Controladores Aéreos (SPICA) ha expresado su firme oposición a la privatización de las torres de control. SPICA argumenta que la gestión privada de un servicio tan crítico como el control aéreo puede comprometer la seguridad y calidad del mismo. Señalan que la privatización prioriza los beneficios económicos sobre la seguridad operacional, lo que podría llevar a una disminución en los estándares de formación y competencia del personal.
SPICA también ha denunciado que la liberalización puede generar precariedad laboral entre los controladores aéreos, afectando negativamente su rendimiento y, por ende, la seguridad aérea. El sindicato sostiene que el control del tráfico aéreo es una función esencial que debe permanecer bajo gestión pública para garantizar la neutralidad y el interés general, alejándose de presiones comerciales que puedan influir en la toma de decisiones operativas.
Además, voces críticas como la de los bomberos aeroportuarios han advertido que la liberalización puede mermar la seguridad aérea. Denuncian que la privatización de servicios ha reducido las dotaciones y recursos, comprometiendo la capacidad de respuesta ante emergencias. Estas preocupaciones no deben ser desestimadas, ya que la seguridad debe prevalecer sobre consideraciones económicas.
La presión de Bruselas para avanzar en la privatización de las torres de control plantea interrogantes sobre la soberanía nacional en la gestión de servicios esenciales. Si bien la Unión Europea busca armonizar y mejorar la eficiencia en el espacio aéreo, es fundamental que España evalúe las implicaciones de estas políticas en su contexto específico, considerando factores como la seguridad, la calidad del servicio y el impacto en los trabajadores del sector.
Es pertinente cuestionar si la privatización es la única vía para mejorar la eficiencia. Existen alternativas, como la modernización de infraestructuras y la formación continua del personal, que podrían lograr mejoras significativas sin transferir la gestión a manos privadas. La experiencia de otros países europeos muestra que la gestión pública eficiente es posible y puede coexistir con altos estándares de calidad y seguridad.
Por tanto la recomendación de Bruselas para desatascar la privatización de las torres de control aéreo en España debe ser abordada con una visión crítica y reflexiva. Es imperativo que el Gobierno evalúe todas las implicaciones, priorizando la seguridad y el bienestar de los ciudadanos sobre intereses económicos o presiones externas. La postura contraria de SPICA subraya la importancia de mantener el control aéreo bajo gestión pública para garantizar la seguridad y eficiencia del espacio aéreo español. Es momento de un debate profundo y transparente sobre el futuro de la gestión del tráfico aéreo en España, donde todas las voces sean escuchadas y consideradas.