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Ambas noticias van sobre lo mismo, y para las dos vale el mismo comentario.
Lo de AENA versus Controladores es delirio paranóico, y lleva ya cuatro años. Si estuviera gobernando todavía el PSOE, esto se entendería, pues esa caterva de payasos no sabe ni dónde están ellos mismos.
Yo me pregunto si en el tiempo que lleva en el poder el PP aún no han tenido tiempo de mirar hacia control e intentar enterarse de qué es lo que ha ocurrido para que un servicio tan vital se vea como se ve y sus profesionales relegados al ostracismo moral.
Es tragicómico que los dirigentes o gestores de una empresa de la que depende nada menos que la seguridad de las operaciones aéreas, y con ello la vida de millones de usuarios del avión, haga un ridículo tan espantoso sancionando a unos profesionales por algo que ha sido siempre una tradición de cortesía y compañerismo, y que lo hagan apelando precisamente a la seguridad, mientras el barco hace aguas por cien mil grietas y un incendio está a punto de llegar a la ´santabárbara por culpa de su ineptitud, voracidad y afán de revancha y venganza contra los que sí saben hacer bien su trabajo.
Lo de querer entrar en lo privado, bueno, por lo visto es lo único que saben hacer, y además a saco. Lo de pretender que Google les entregue no sé qué, eso ya es de antología. Esta gente, tan demócratas ellos, llevan dentro y a flor de piel cada uno un dictadorzuelo de república bananera, y lo peor es que se creen de verdad con autoridad de jueces y ejecutores.
Esto es sencillamente esperpéntico, que la profesionalidad, el honor y el buen nombre de cualquiera, individual o colectivamente, sin importar la preparación ni requisitos específicos para el trabajo de que se trate, tenga que estar supeditada a la paranoia del primer inútil ignorante que ocupa un sillón o un despacho, al color de la política, y para qué decir a lo que interese más en cada momento a la perrera de los medios de comunicación tan «independientes y libres» que hay en España, que si volviera el mismísimo Jesucristo en forma humana, serían los que gritarían «crucifícalo» si cualquier fariseo les diera treinta monedas para ello.
Qué vergüenza, y qué asco (con perdón). Haber quemado la vida y dejado el alma durante tantos años por una profesión divina, porque algo de dioses debíamos tener, para crear desde nuestra nada algo grande que diera un servicio inmejorable y seguro a la sociedad, a cambio de nada o muy poco, con más corazón y altruismo que beneficio personal, y estar tan satisfechos del trabajo bien hecho, para ahora ver esto convertido en un circo en el que sólo hay espectáculo de fieras, sin trapecistas ni payasos graciosos, instalado en un muladar apestoso y nauseabundo plagado de parásitos.
Me fascinaron siempre los trenes, y de pequeño, además de bombero o Guardia Civil, soñaba con ser maquinista en aquellas locomotoras de carbón; eso era antes de ver el primer avión, que ahí cambié de vocación. Y siempre fui muy consciente cuando volaba como tripulante en «aquellos viejos cacharros», de que un error podía costarnos la vida a mís compañeros y a mí. Y cuando pasé de la cabina a la consola de control, de que otro error o descuido en el estar al día, podría costar la vida a cientos o miles de personas que en esos momentos dependieran de mí. Que a ningún dirigente, jefe o gestor, por muy ineptos, ignorantes y culpables morales que pudieran ser, les podría traspasar mi responsabilidad de ejecutor material por acción u omisión, de un accidente.
Menciono lo de los trenes por lo de Galicia.
Un abrazo a todos.