Es tal el número de barbaridades que se han llegado a decir de los controladores aéreos españoles, que hay gente que incluso piensa que somos una secta. Alguna gente debe de creer que hacemos rituales oscuros vestidos con túnicas púrpura en los que realizamos prácticas de magia y satanismo en contra de los pasajeros.
¿Cómo han podido llegar a creer semejante estupidez?. Como no puede ser de otro modo, entre los controladores aéreos hay gente de todo tipo, como en cualquier grupo de trabajadores, gente más inteligente y menos inteligente, gente más simpática y menos simpática, gente más activa y menos activa, gente más juerguista y menos juerguista, casados, solteros, con hijos, sin hijos, etc. Somos un grupo sacado del resto de la sociedad y como tal, mostramos la misma diversidad que ella. Pero volvemos a preguntarnos ¿cómo han podido llegar a creer semejante estupidez?. La respuesta es la acción de hábiles manipuladores que, conocedores de las debilidades humanas, son capaces de aprovecharlas en su beneficio.
En concreto ahora nos referiremos a una de esas “debilidades” humanas, que en realidad es un proceso psicológico perfectamente estudiado y definido. Se llama “Error Fundamental de Atribución”. La “Teoría de la Atribución” se encarga de estudiar cómo explicamos los seres humanos los comportamiento de los demás y dentro de ella el “Error Fundamental de Atribución” es lo que nos concierne para el caso. Este error consiste en la tendencia de las personas a atribuir de manera sobrevalorada el comportamiento de las personas a motivaciones internas, minimizando a la vez otras influencias que sí son determinantes también en la manera de comportarse. ¿Recuerda el lector la famosa frase de José Ortega y Gasset “Yo soy yo y mis circunstancias”?, pues esto es precisamente lo que la gente tiende a menospreciar a la hora de valorar las motivaciones de los demás, el peso de las circunstancias en su toma de decisiones.
Esta tendencia general de los humanos a sobrevalorar aspectos internos frente a externos, es hábilmente manejada por los manipuladores para atribuir erróneamente a los controladores una maldad intrínseca, como si tuviéramos algún tipo de “gen específico del controlador” que nos impulsara irremisiblemente a hacer el mal. Es ridículo, pero sorprendentemente es así por el efecto de la manipulación.