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    En defensa del conductor del tren

    Por: Controlator

                Cada día me da más asco este país. Los juntaletras están linchando al pobre conductor del tren de Santiago. Y sé por experiencia personal lo que es ser linchado porque soy un demonio sobre la tierra, es decir, controlador aéreo.

                Los juntaletras ya tienen su culpable. Ya lo saben todo. Ya tienen su conclusión, su culpable, las causas, las circunstancias ¡qué sabios son!

                A los juntaletras les encantan los accidentes o los atentados. Cuanta más sangre mejor, cuantas más lágrimas mejor, cuanto más dolor mejor; más titulares, más fotos y más imágenes morbosas que emitir.

                Pero no sólo son los juntaletras. Me sorprendió muchísimo la celeridad de los políticos en ratificar que no fue un atentado. Casi inmediatamente lo habían desmentido y eso me hace sospechar que, o bien realmente se trata de un atentado y se quiere ocultar, o bien que hay otros intereses oscuros involucrados en todo esto.

                Pero ya tenemos al culpable propicio, el conductor. El único culpable ¡que lo cuelguen! Así nos quitamos de en medio otras responsabilidades, como por ejemplo la de los políticos por apresurarse a abrir una línea de tren política sin las debidas condiciones.

                Los políticos están muy tranquilos, la mierda de justicia sumisa y politizada que sufrimos nunca les pedirá a ellos responsabilidades, eso es seguro. Es SU justicia. La que ellos eligen, la que ellos manejan, la que ellos utilizan, en la que tanto “confían” ¡se les llena la boca con tanta “confianza” en SU justicia!. Y si sale algún juez díscolo en primera instancia, ya lo arreglarán en tribunales más altos. Y a ese juez díscolo… ¡no toques a un banquero o a un político, imbécil! ¡pagarás las consecuencias!

                Lo dicho, ya tienen su culpable, pero en los grandes transportes los accidentes nunca tienen una sola causa, siempre son varias y, sin aventurarme a dar causas, sí digo que aquí también hay varias, eso es seguro.

                Me da mucha pena el conductor del tren ¡qué horror! ¡la que le ha caído encima sean cuales sean las circunstancias! Y además las investigaciones abiertas llegarán a la conclusión más “conveniente”, que será la conclusión político-económica que menos moleste al poder. La verdad se enterrará para que no moleste.

                ¡A quién le importa la verdad si tenemos mucho furbo y muchos fichajes! Hemos renovado la ilusión otro año más, tenemos nuevos peloteros y eso es lo único que importa.

                Hasta el próximo accidente.

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    1 COMENTARIO

    1. Suscribo letra por letra y punto por punto lo que se dice en este magnífico y valiente artículo. Porque uno ya no está seguro dónde está, aparte de escrito en la Constitución, ni qué es exactamente eso de la libertad de pensamiento y expresión.

      Salir defendiendo a un trabajador o profesional especializado, bien sea con argumentos técnicos o cálculo de probabilidades en cuanto a las múltiples causas posibles, y probables, de una catástrofe, o bien sencillamente por humanidad o por respetar el derecho fundamental de presunción de inocencia, o por el más elemental respeto a quienes son los expertos y encargados de administrar e impartir la justicia, es en la España actual, sin duda alguna, un acto casi heróico, pero que, desde luego, dice todo en favor de quien lo hace, máxime si esta persona no forma parte de la organización judicial.

      Cuando yo estaba controlando y en algún momento, más de un momento u ocasión, y me quedaba de pronto y de manera imprevisible sin frecuencia y sin radar en el viejo pero entrañable Paracuellos, por espacio más de una vez de hasta dos horas, que no durante unos segundo o minutos, con varios aviones en vector radar al LLZ de la 33 o la 01 de Barajas y a altitudes mínimas, los Montes de Toledo me parecían el Himalaya, y la ciudad de Madrid más grande que Nueva York.

      La angustia que sentía y ese sabor indescriptible en la garganta, que todo Controlador, y supongo que todo profesional con un trabajo «a vida o muerte» ha «degustado y paladeado» en más de una ocasión, mi mayor pánico, además de por lo que podría ocurrir a los aviones bajo mi responsabilidad directa y exclusiva en ese instante, era porque «temía», más que como posibilidad como «certeza», que podría ser echado a los leones y que sería carnaza para todas las fieras del mundo en esta España cainita y vengativa, que tan pronto tiene en estos casos un «culpable», aunque al final resulte que no lo es, o al menos no lo sea en exclusiva, sacia su sed de sangre y se olvida de las víctimas, si es que en algún momento se ha fijado en ellas y le han importado algo. Recuerdo, y se me vuelve a poner la carne de gallina y el alma se me encoje por ese pobre maquinista o conductor, pues me fascinan desde pequeño los trenes pero debo reconocer que de ellos y su mundo desconozco absolutamente todo incluída la categoría profesional, estudios y preparación de quienes trabajan en eso, el caso de un avión de pasajeros que se estrelló contra el terreno en la maniobra de aproximación, hace ya muchos años, en España y sin supervivientes (alguno de los que iban a bordo nunca fue encontrada evidencia para poder ser identificado, y quedó como desaparecido), que alguien me contó, ¡para más horror!, que se presentó una persona reclamando el cadáver o los restos que hubiese de un deudo suyo, para poder organizar un sepelio «como el tal pasajero o pasajera se merecía». Le contestaron que eso tenía que plantearlo al Juzgado competente en el casol, y que además, los restos humanos aún no estaban todos identificados. La respuesta, entre lágrimas (de cocodrilo, claro) de aquella persona fue más o menos literalmente, «No, si a mí me da igual un cuerpo cualquiera; yo lo necesito para cobrar el seguro de la tarjeta de crédito con que compró el billete».

      Pues no digo, líbreme Dios, que entre tanto doberman que más que ladrar aúlla y muestra los colmillos en los medios de comunicación, esgrimiendo a las víctimas como argumento para clamar venganza y muerte, sin la menor consideración a los derechos fundamentales y sagrados de los demás, pudiera haber dolientes o hipotéticos beneficiarios de indemnizaciones por seguros o herederos de grandes fortunas en ese caso del tren. Pero sí digo que seguramente hay mucho interesado en desviar la atención para tapar responsabilidades propias, y sobre todo, mucho canalla sin alma ni escrúpulo alguno a quién lo único que le importa son los beneficios económicos de vender periódicos y revistas echándole morbo y mal gusto a lo que se presente sin el menor pudor ni consideración a nadie.

      Y es que, para terminar, este país, como muy bien se dice, no tiene remedio a ese respecto. No puedo por menos que recordar también el caso no tan lejano en el tiempo, en lo que a morbo y desprecio por el dolor se refiere, de aquellas tres adolescentes vilmente asesinadas, después de haberlas sometido a las más horribles vejaciones, por unos desalmados. Se organizaros auténticos shows televisivos, H-24, in situ, y sólo faltó que nos mostraran las respectivas autopsias en vivo y en directo.

      Con esta «moral» y «ética» profesional por parte de los medios de comunicación y de todos, ¿qué se puede esperar?.

      Pues eso, ASCO.

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